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El Silbón | Mitos y leyendas del llano


Era una noche de verano, en el ardor de la sequía de los llanos colombo venezolanos, cuando una tragedia se desato para dar origen al “Silbón”; un alma en pena que deambula por las sábanas con un costal de huesos, perseguido por un maligno perro.


Un escalofriante y siniestro silbido, similar a un lamento, es característico de este espanto que atormenta a los borrachos, quienes en un descuido y a causa del alcohol se quedan dormidos en la intemperie del campo.


Dicen que este espectro se presenta en forma de hombre delgado, con sombrero y pantalón remangado, como el llanero de pura cepa lo utiliza. Pero también está quienes aseguran que se trata de un gigante de casi seis metros, que camina arrastrando el peso de la culpa por su aberrante crimen.


Cuando el sol se esconde en el horizonte, el llano se convierte en un sitio donde se mide la valentía del hombre, capaz de enfrentar el peligro de lo desconocido y lo inhumano. Claro, no todos son igual de “guapos” y no es de extrañarse que un sombrío soplido de melodía tenebrosa pueda horrorizar a cualquiera. Hugo Mantilla Trejo, investigador, escritor y gestor cultural recuerda al respecto.

“En mi juventud la luz en Arauca estaba hasta las 9 p.m. iba para mi casa cuando en el parque vi una luz prendida, supuestamente era una sala de billar y yo quise ir a mirar jugar, pero cuando fui llegando a la esquina sentí que algo me puso la mano en el pecho, una fuerza que no me dejó pasar, fui para el otro lado y lo mismo entonces me fui a la casa y antes de llegar me pegaron un silbido en el oído, una cosa impresionante parecido a un latigazo, yo corrí lo más rápido que pude pero la puerta estaba trancada y mi mama me abrió. Esa noche no pude dormir del miedo, al contarlo a los demás me decían que era el Silbón”.

Leyenda


En la tierra de los cantos de vaquería vivía un joven malcriado, conocido por ser un descarado bebedor, sin moral ni valor por rescatar, pero que silbaba sin parar, hábito que le otorgó el apodo del “Silbón”.


Una tarde cualquiera, al igual que los demás días, se encontraba de mal humor y con alta patanería, despreció el alimento que su familia le servía, porque él quería vísceras de venado y ninguna legumbre ni verdura. Arrojando el plato al suelo y maldiciendo, se marchó para una cantina a beber hasta el anochecer. Mientras tanto su padre, quien era complaciente, fue a cazar el animal que su mimado hijo solicitaba, con la infortuna de no lograr su cometido.


Al ocultarse el sol el viejo se marchó, sin las vísceras del venado, acompañado de la escopeta y el cuchillo que no empuñó, al tiempo el “Silbón” llego al mismo camino y la descomunal furia por no obtener lo que quería y ante lo que él consideraba negligencia de su progenitor, lo golpeó tan fuerte que lo derribó y en un ágil movimiento el arma se disparó, asesinando al hombre que lo engendró. El atroz acto de aberración no finalizó y sin pudor alguno, sacó las entrañas de su ahora difunto padre, empacándolas en una camisa y cargándolas hasta su casa.


Les entregó las vísceras a sus abuelos y les confesó sin remordimiento el imperdonable pecado, motivo por el cual fue amarrado a un árbol y por su familia fue azotado hasta que su cuerpo maltrecho no aguanto más, sin embargo, la tortura no termino allí, pusieron sal y pimienta en las heridas para que se retorciera del dolor.


Con una maldición fue desterrado de su casa junto con el perro "Tureco", quien eternamente le muerde los talones. Luego de ser repudiado por su familia volvió al lugar donde se encontraban los restos de su padre y recogió los huesos, los empacó en una sucia bolsa para cargarlos en su hombro mientras recorre como alma errante las sábanas.

Pero esta no es la única historia que explica la catástrofe que dio vida al “Silbón”, aquí te dejamos otra versión.


En la oscura sabana solo se escuchaba el sonido del viento, pero una fría briza anuncio lo inesperado. Un joven, hijo de hacendado, se encontraba en un hato, escondido entre el granero, sucumbiendo su deseo y lujuria con una mujer.

Fue su padre el que dio fin al encuentro, y con una escopeta hirió de muerte a la joven, como una lección para que su hijo no se metiera con mujeres que no estaban a su altura, pero el muchacho no pude contener su odio y le dio a su padre de su propia medicina dejando una escena más sombría, con una horqueta atravesó el cuerpo del que lo engendró.


Al enterarse de lo sucedido el abuelo castigo al joven como se castigaba antes, con látigos, hasta que la voz se le agotó de tanto gritar y su cuerpo no dejaba de sangrar, luego lo entregó a los perros para que terminaran con su vida.


Pero el muchacho revivió convirtiéndose en el Silbón, maldito y condenado sigue caminando por los bosques y sabanas con los huesos de su padre en una bolsa, silbando su infernal melodía, que mientras se escuche cerca, está lejos y cuando se escucha lejos está a tu lado.


¡Esto sigue pasando hoy día en los llanos colombo venezolanos!...


Agradecimientos al escritor e investigador Hugo Mantilla Trejo, quien ha aportado información para la construcción de Mitos y leyendas del llano. Redacción y recopilación de información Saida Niyireth Rodríguez Garzón. Ilustración realizada con bolígrafos por el artista Oscar Mancera.



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