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El Pollo de Oro y sus años dorados con la música llanera en Villavicencio


Cientos de personas aclamando el joropo y cantando al unísono las melodías folclóricas de antaño. Así era una noche en Pollo de Oro; uno de los establecimientos pioneros en la presentación en vivo de los artistas llaneros.


Iván Camacho, recuerda que para el año 1983, aproximadamente, su papá, Luis Enrique Camacho Prada, quien es un santandereano enamorado de la tierra de sabanas infinitas y para ese entonces era proveedor de la empresa Avícola del Llano, decidió emprender y fundar lo que inició como un asadero.


La novela colombiana llamada “El Gallo de Oro” inspiró el nombre del lugar reconocido por años, como un centro cultural donde la música llanera era la protagonista, pero que inició como un sitio donde se podía degustar el pollo asado al carbón.

“Era un negocio que estaba abierto las 24 horas. El lugar no tenía rejas y a la gente le gustaba mucho porque era prácticamente al aire libre, contrario a los asaderos normales que son como encajonados”, recordó Enrique Camacho.

Un año después de fundado el Pollo de Oro, ubicado diagonal al Centro Comercial y Empresarial Llanocentro, contiguo donde queda la Fiscalía de la Octava, causó furor al brindar un espectáculo en vivo para el público con un conjunto de música llanera, conformado por arpista, cuatrista, maraquero y vocalista, posteriormente integraron al bajista y bandolista.

“Después gustó como estadero para ir a tomar y para pasar la noche pedían el pollo, que pretendía ser el producto estrella, pero terminó estando en segundo plano”, dijo el hijo del fundador.

Mesa por mesa los artistas pasaban interpretando sus instrumentos y cantando a viva voz la música de la región. No pasó mucho tiempo cuando Luis Enrique Camacho puso una tarima para las presentaciones, a causa de la alta popularidad que tuvo el lugar.

Fundador de Pollo de Oro,Luis Enrique Camacho, 2021.

Inició con 20 mesas, luego fueron otras 10 y finalmente eran 40 mesas con nueve o diez sillas cada una. Iván Camacho, recuerda el día en que llegaron a estar 200 personas, en el emblemático lugar.

“Mi papá puso paracaídas como especie de carpa afuera del negocio y allí también sacó sillas y mesas. Eran un total de 40 mesas entonces, pero grandes, y un fin de semana llegaron a estar una cantidad de 200 personas disfrutando de la música llanera”, aseguró.

Desde las 8:00 p.m. hasta las 2:00 a.m. se presentaban 18 artistas entre instrumentistas y cantantes, acompañados de la mejor pareja de baile del momento, Jaime Vargas y Luz Marina Mateus, para hacer de Pollo de Oro un lugar donde reinaba el folclor de la tierra de los cantos de vaquería.

“Yo me acuerdo de músicos y cantantes que pasaron por este lugar como María Elena Barrera, Javier Vargas, Orlando Roso, Damaris Barrera, Humberto Barrera, Teresita Pulgarín, Lorenzo Becerra, David Unda, Fernando España, José Idaved Osorio, Leonardo Sánchez, Yesid Benítez, Pedro Nel Suárez, e Invitados especiales como Fabiana Ochoa, Aries Vigoth, Cristóbal Jiménez, Reyna Lucero y Reynaldo Armas, pero son muchos más, solo que la lista es incontable”, explicó Iván Camacho.

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Unos decían que la popularidad del establecimiento se debía a la acústica de alta calidad para la época, otros que era el ambiente rústico que transportaba a propios y forasteros a los parrandos del llano adentro, mientras que Iván Camacho asegura que se trataba de una armoniosa combinación entre el folclor y arraigo cultural que se vivía en el espacio, junto con los eventos innovadores que fueron creando, como el Show de Medianoche, donde diestros intérpretes de los instrumentos tradicionales hacían especies de malabarismo.


Fueron más de diez años alegrando a la ciudad con lo mejor del joropo, hasta posicionarse como un lugar icónico de la capital metense, sin embargo, a causa de problemas públicos al encontrarse en un sector residencial, su fundador no tuvo más opción que cerrar para siempre las puertas de Pollo de Oro y le dio vida al Pentagrama Llanero.

Actualmente los artistas y ciudadanos que frecuentaban estos lugares manifiestan, con un deje de nostalgia, su preocupación ante la ausencia de estos espacios donde se presentaba una constante muestra del folclor llanero.

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